jueves, 19 de julio de 2012

Un viaje de 3,000 millas


La mitad del año 2011 fue uno intenso y de muchos cambios. Luego de la operación de las caderas de Xaymara a finales de agosto y de estar todo el mes de septiembre con su yeso, comenzamos el proceso de transición de un estado a otro. Mi esposo  y yo estuvimos considerando un cambio de vida, en cuanto a esto nos referíamos a mudarnos a otro lugar el cual fuera mejor para nosotros, pero más para Xaymara y sus cuidados médicos. Luego de búsqueda, surgió una oportunidad para mi esposo de realizar su mismo trabajo pero en otra base del Army y en otro estado. Nos tomo unas 3 semanas esperar por la respuesta y cuando llego nos sorprendimos, porque pensábamos que nos denegarían la salida, pero como Dios es quien está en control de nuestras vidas, se dio la oportunidad y nuestro nuevo hogar seria en Washington State.



Al  final de septiembre 2011, removieron el yeso de Xaymara y comenzó su recuperación. No fue nada fácil porque los espasmos, calambres y el dolor era muchísimo, es como si le hubiesen puesto unas piernas nuevas y ella misma no sabía cómo usarlas. Para todo el remedio era medicarla, pero sinceramente con tanto medicamento que ella toma para sus convulsiones, no quería darle otro medicamento más, lo cual la dormía en vez de calmarle el dolor. Con mucha paciencia y esfuerzo, cada día yo le daba masajes y movía poco a poco sus piernas para volver a fortalecerlas. Como no podíamos comenzar una nueva sesión de terapias por la mudanza, no hubo más remedio que utilizar todo lo que había visto y aprendido en los últimos años cada vez que ella iba a sus terapias físicas. Los resultados de mis esfuerzos fueron pocos pero le ayudaron a controlar su dolor y sus espasmos.


Octubre y Noviembre 2011 fueron dos meses en los que estuvimos preparándonos en todos los aspectos para mudarnos de un estado a otro. Primero que todo íbamos a ir conduciendo desde North Carolina hasta Washington State, estamos hablando de unas 3,000 millas, de solo pensarlo y escribirlo me da ansiedad, pero esa fue la distancia. Nuestras cosas de valor se las llevaba la mudanza, pero nuestros autos los teníamos que mover nosotros, así que por esa razón decidimos conducir.  Llego el día esperado y salimos hacia nuestro destino. Fue un viaje placentero, los niños se portaron muy bien, hacíamos paradas cada hora y media para estirarnos y utilizar los baños, y claro está para comer. Conducíamos de unas 8 a 10 horas diarias y cuando el cansancio nos dominaba, nos deteníamos y nos quedábamos en el primer hotel que encontráramos. 

Nuestra ruta fue la siguiente: Salida-North Carolina, Virginia, West Virginia, Kentucky, Missouri, Kansas, Colorado, Wyoming, Idaho, Oregón y nuestra llegada Washington State. De algo estoy bien segura y es que jamás pero jamás volveremos a hacer un viaje como este, fue lo más arriesgado y aventurero que haremos jamás mi esposo y yo, con dos niños y un perro.  Gracias a Dios llegamos bien, no tuvimos mayores contratiempos, lo mejor es que pasamos todos esos días juntos y pudimos conversar muchísimo.

Llegar a un nuevo lugar, siempre es un reto y hay que empezar todo desde cero. Gracias a Dios nos tenían nuestra casa lista, así que no tuvimos que esperar mucho, solo una semana. Vivir dentro de una base militar tiene sus ventajas, es como un pueblo pequeño, tiene todo a tu alcance, y lo más importante es que todos los médicos que mi hija necesita están en el hospital que está dentro de la base militar. Fue un cambio grande pero al final hemos visto la recompensa y estamos muy contentos.

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